El pintor chileno Guillermo Lorca es un artista plástico excepcional. Pese a su juventud ya cuenta con una trayectoria internacional asombrosa y un lenguaje pictórico singularísimo. Su pintura traza una imagen hipnótica sobre la violencia ambigua y sensual de la naturaleza. Y sugiere, con un fuerte trasfondo psicoanalítico, la sintaxis psíquica y emocional de esos paisajes internos que giran en torno a la angustia de muerte y la fuerza del deseo. Es una obra invadida de simbolismos con momentos de éxtasis, en los que la muerte roza la belleza o el peligro se anuda a la seducción. Cada cuadro es la punta del iceberg de ese magma inconsciente de la condición humana. Porque en el entramado de la tela podemos reconocer las nociones de Eros y Tánatos o la categoría de “lo siniestro” de Sigmund Freud. O bien, la pulsión oral de la que habla Melanie Klein en las relaciones materno-filiales, o la reconstrucción psicoanalítica de los cuentos de hadas, nada de inocentes, hecha por el psiquiatra Bruno Bettelheim.